‘EMOVERE’

Ciclo: Jueves Flamencos / Espectáculo: ‘Emovere’, de Lucía la Piñona / Baile: Lucía la Piñona / Cante: Moi de Morón, Eva Ruiz ‘La Lebri’ y Jonathan Reyes / Guitarra: Francisco Vinuesa / Percusión: Paco Vega / Coreografía: Lucía la Piñona / Dirección artística: José Maldonado / Lugar y fecha: Teatro Cajasol. 28 de junio de 2018(Tres estrellas)

La gaditana Lucía la Piñona ha tenido el honor de clausurar los exitosos Jueves Flamencos, sin duda la programación más sólida y consolidada del panorama sevillano a la que ni el Instituto Andaluz de Flamenco o la Bienal de Flamenco, han podido restar interés contraprogramando a sus más que recomendables ruedas de prensa.

La Piñona ha presentado ‘Emovere’, el montaje que la define como artista y como persona y que, si bien conoció su estreno el pasado 25 de febrero en el XXII Festival de Jerez, ha sido adaptado a los recursos del Teatro Cajasol sin que por ello haya dejado de ser un deleite para el neófito y una clase de interés para el entendido, ya que la artista del Campo de Gibraltar cala hondo con su personalidad y su baile de carácter sutil, determinado con sello propio, y cuyo código y lenguaje hablan de una extraordinaria claridad expresiva que, pese a la tupida exposición de ideas, resulta de fácil comprensión.

La propuesta está articulada sobre cuatro bloques, y si ‘Emovere’ en latín significa movimiento hacia el exterior, en este caso es el movimiento que provoca las emociones internas de la protagonista. Pero no es oscura, sino densa, trabada armónicamente en el acoplamiento de una secuenciación de estilos de la que sale victoriosa merced a la sincronizada composición danzada y a la interesante dinámica que plantea, y sobre todo a la sensibilidad que aporta a cada imagen, entendida ésta como una pieza vital para el contenido de la composición.

‘Res-signación’ es el primer bloque, donde, tras un galimatías de voces que se acumulan sin orden ni sentido, la seguiriya se ciñe a su cuerpo al tiempo que la cabal y la toná-liviana transitan por emociones que van del grave profundo al sublime agudo, con marcados estados anímicos, de la lentitud exasperante al vigor de los pies, con lo que La Piñona ya deja el propósito de sus intenciones, tan parejo como la calidad de su baile.

La jarcha morentiana con la cartagenera del Niño de Cabra, sirven de introducción al segundo bloque, ‘Candelaria’, pretexto para que el baile muestre en toda su excelsitud el ritual de la percusión y la zambra con lo mejor de la noche, el taranto resuelto por tangos, en los que nada es trivial, ni tan siquiera la vestimenta de negro con falda fucsia, todo es envolvente en esta inspirada composición coreográfica con marcado uso del gesto expresivo y manejo del mantón, por más que sorprenda bailar vestida de negro un estilo tan festero como los tangos.

Con ‘El jardín’ asoma la bulería y una sugestiva transición de la petenera a la soleá y el polo, con lo que se pone de manifiesto no sólo la importancia de la partitura musical y la valía del grupo de atrás, sino que aumenta la tasación no suficientemente ponderada de Lucía la Piñona, una bailaora de gran calidad técnica y artística que hasta cuando no le asoma el duende, es capaz de moverse en los terrenos del delirio.

Y llegamos al epílogo del espectáculo, ‘El postre’, un garrotín donde aparte de que destaca de nuevo la novedad del vestuario de José Galán, latente en toda la propuesta por su carácter innovador, adquiere gran importancia los pasos y el manejo del sombrero, así como el imaginativo diseño dancístico de La Piñona, capaz de llenar el escenario con desplazamientos y reemplazar lo espurio de este tiempo por interpretación gestual y capacidad para transmitir con movimientos de torso, brazos, pies, manos y caderas.

Lucía la Piñona, el orgullo de Jimena de la Frontera, había construido, pues, un escenario de la memoria emocional, donde la mezcla de realidad dancística y apoyo musical le ha permitido contrastar momentos, paisajes y sensaciones que viven en el territorio de su conciencia y de la reflexión sobre el sentido del movimiento.

Crítica de Manuel Martín Martín
EL MUNDO
29 Junio 2018
>> LEER ORIGINAL <<

Pin It on Pinterest

Share This